Los discursos de la modernidad y el desarrollo lograron generar un orden simbólico, un mito de referencia, en las palabras de Lévi-Strauss centrado en conceptos como los de Estado-Nación, territorio e identidad única. Hoy estos conceptos se ven minados por fuera y por dentro: por una parte, la globalización económica y cultural borra las fronteras nacionales y las identidades asociadas a ellas, por otra, la diferenciación sociocultural cobra más visibilidad y voz dentro de las propias sociedades nacionales. Una lectura posible sobre las tensiones vividas entre Este-Oeste, o de la confrontación ideológica capitalismo-comunismo como eje de alineación global, otorgan mayor presencia y fuerza a conflictos y divisiones de otra naturaleza. Por ejemplo, nacionalismos xenofóbicos, fundamentalismos religiosos y conflictos étnicos que pasan a primer plano en la vitrina mediática, lo cual hace visible su protagonismo en la política nacional e internacional. Tal escenario se refuerza en la preocupación de los pueblos, así como también en la academia.
El fin de los socialismos reales ha ido acompañado, tanto en la ex-Unión Soviética como en Europa Oriental, de nacionalismos fuertes que, de alguna manera, constituyen “deudas” culturales y políticas de larga data. Por otra, lamentablemente, estas dinámicas van acompañadas de luchas cruentas entre naciones emergentes, lo cual revitaliza la “dimensión siniestra” de la afirmación identitaria, a saber, la discriminación racial e incluso los proyectos de “limpieza étnica”.Asimismo, la transterritorialidad es un fenómeno de carácter espacial, pero también lingüístico, cultural, político. Particularmente, desde territorios en perpetuo movimiento, se observa y comparte un universo con otros sujetos transterritorializados que hoy nos pre-ocupan y ocupan en su constitución y relaciones.La convergencia tecnológica, las multiplataformas de uso cotidiano por su abaratamiento de costos de equipamientos ha permitido la referencia múltiple de la sociedad en redes haciendo posible la identificación desde el No-Lugar, tal como el descrito por Marc Augé.
En clave semiótica, la discusión entre una cultura global y culturas locales muestra cómo estos procesos dan lugar al establecimiento de diversas identidades y múltiples capacidades de acción. Por ejemplo, en materia de territorios e identidades en América Latina, los últimos treinta años han estado marcados por la "reemergencia" indígena, los imaginarios y nuevas identidades políticas y culturales asociadas a ello. De ahí la importancia de entender el carácter cosmopolita de los sujetos sociales detentores de creencias, normas y valores de diversas culturas locales, a la vez que inmersos en la experiencia de elementos compartidos-globalizados.
Las tensiones descritas se encuentran en la raíz de los procesos de difusión global de sistemas de producción material, los que llevan aparejados procesos de reproducción y modificaciónde códigos sociales, o de manera genérica, culturales. La travesía delineada requiere la revalorización de la semiótica como intra y transtextual. La semiótica podría ser percibida como un espacio transterritorial del saber de interconexiones heurísticas. A través de la historia existieron y existen semióticos que sin saberlo o saberlo a medias, han sido constructores de una mirada atenta sobre el mundo, los que han reunido la teoría y la sensibilidad, es decir, han hecho uso de una razonablidad, al decir dePeirce o de la contradicción de funcionamiento de los sistemas en el aporte de René Thom.
Desde ese mundo hay que reivindicar miradas como las de Kristeva, Eco, Barthes, Lotman, Peirce entre otros, vagabundos de la textualidad, segúnMangieri, o como bien decía Verón, semióticos que no se pudieron encuadrar bajo un solo modelo metateórico y que justamente a través de una especie de semiótica transterritorial pueden presentarámbitos ocultos del saber científico y la riqueza invaluable de la cultura y del mundo, al decir de Arendt. De ahí surge la urgencia de trabajar paraque la semiótica retome su función de liderar la interrelación entre las ciencias y las artes, como corriente propicia para la generación de conocimiento, lo que consecuentemente traiga la implicación política y epistémica que el proceso del pensar conlleva. Más allá de la primera semiótica enmarcada en las disputas teóricas del texto cerrado (Greimas) o abierto (Eco), hoy es la realidad el punto de partida, y desde allí todo es posible en este espacio analítico pues es lo real que habla, no es el dispositivo analítico quien ejemplifica con lo real. Para esto es necesario retomar la urgencia del pensar y resituar las actividades intelectuales en el seno de los asuntos humanos.En el contexto de las sociedades en red y de la travesía por esas tensas rutas se torna importante anclar el quehacer de la disciplina en la recolección y en la comunicación de las investigaciones realizadas en el dominio semiótico sobre dichos procesos de construcción de identidades en contexto de transterritorialidad. Lo anterior implica detenerse tanto en los dispositivos teórico - metodológicos para enfrentar dichos desafíos como en las descripciones del objeto real mismo, vale decir, detenerse en la pragmática.